Y la rutina me espera, suave balsa...


Salvador Dalí




















Buenos Aires


Me sé urbana y tan porteña,
me mimetizo, las veredas
son más que sendas vibrantes,
voy una en mil caminantes,
un rostro y otros, cien faces
de un olvidable instante.
Como por tu sangre y la calle
vamos, un viviente laberinto.
Anónima, gozosamente anónima,
la trama nos deglute, ella sola,
y vamos dentro insustanciales.
Busco gorriones y los hallo,
verde fresco bajo los plátanos,
mosaico, recorte de cielo como escape.
Me sumerjo, aguas urbanas,
bendita sea la mañana
con su sol que la empieza.
Aquí, aquí me unjo habitante,
sé del este para buscar la luna
allí donde redonda se atardece,
puntos cardinales en el alma.
Aquí revivo ayeres y su gente,
aquí intuyo, temo lo que viene,
aquí seré en el polvo: polvo leve.




Ceremonias de supervivencia

Desde este ángulo la luz
amortaja al simple cuarto
en un terso, conocido abrazo.
Aquí me siento y el árbol
se asoma como siempre
encuentro de ambos, displicentes,
relajadas las retinas y las hojas.
Bebo mi rutina a sorbos,
como a este café corto y amargo,
bebo de mi locura a sorbos,
para disolverla aquí me apaño...
tensar la ansiedad y la cordura,
tensar el ardor de lo presente
y esta conciencia de lo irrelevante.
Somos escuálidos, fugaces, mortales.
Y la rutina me espera, suave balsa,
con inevitalbles lunas programadas,
ellas asoman en ángulo previsible...
Los humanos mutamos, ella magna
asombra, nos imanta las miradas...

Salvador Dalí











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