Mendoza,
2013
Ávidos
y hambrientos pero gozosos
acariciando
horizonte mis ojos
delinean
montañas. El aire es otro.
Se
abre a la luz, cae dibujando
sobre
calles esqueletos de plátanos.
Miro,
enfoco, obturo neuronas,
revuelvo
horas, detalles diluidos, memorias.
Uno
tiempos, como lazadas, y anudo.
Embriagador
juego de evocaciones,
la
vida, sus seres entre claro oscuros.
Bebo
de la luz, y es sano, mastico de a uno
instantes
recuperados. Ellos me nutren
como
este roce con las hojas, se funden
viento
y tiempo, seres por siempre amados,
coexistencia
de conjugaciones perdurando.
Hoja
Ocio
obligado, estar y yacer,
yo
que amaso tiempos escasos
y
hago en ellos mis ritos diarios...
Me
entrego..., mirar a la luz, líneas
como
sombras de viento, esquivas.
Inesperadamente
una hoja cae,
la
sigo a mirada, ondulado viaje.
Recorrer
este halo, espacio y tiempo,
con
ella caer, tensar del momento.
Soy
árbol ocre, magnánimo, me deshojo,
soy
esa sombra mínima devorada luego,
y la
luz que nos cubre como sosiego.
Yacer
y rozar vida, entrarla en silencio.
Seis
patas
La
foto te congeló en tu ternura...
comerte
a ojos, lenguaje silencioso,
mi
mano persistiendo en tu lomo...
Qué
magro es lo que necesitamos,
nutrirnos
en el encuentro. Vacuos
los
gestos del día siguieron girando...
nos
llevamos a rastras cada sombra,
los
pasados mellados, las inciertas formas
en
las que mutará la existencia. La tarde
se
desglosa, se abre en momentos triviales,
allí,
simples dos, hemos escondido el instante.
Fotos: Elisa Rezzonico